Este mes de noviembre he tenido la fantástica suerte de asistir al Festival Eñe, que tuvo lugar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid los días 11 y 12 de este mes.
Desafortunadamente, no pude asistir el primer día (asuntos de trabajo, pero aún así me dolió). Así que me gustaría, más que haceros una crónica general de lo que fue el festival completo (asistieron editores, autores y traductores de España y Latinoamérica), me gustaría compartir mi impresión sobre la penúltima mesa redonda, la protagonizada por Ana María Matute y Juana Salabert.
Para comenzar, a pesar de su renombre, Juana Salabert no habló en ningún momento de su obra; en todo momento, esta mesa redonda se centró en Matute, su obra, sus anécdotas y pensamientos.
Ana María Matute, novelista, miembro de la Real Academia Española y ganadora del Premio Cervantes. Nació en Barcelona en 1925, por lo que vivió la Guerra Civil Española, lo cual se refleja ampliamente en su obra —Matute es considerada por algunos la mejor novelista de la posguerra. Entre sus obras más conocidas se encuentran la trilogía de Los mercaderes y Olvidado rey Gudú.
Desde el principio, la dialéctica de Ana María Matute me fascinó. He de reconocer que es una de esas escritoras de las que nunca he leído nada —Olvidado rey Gudú es una novela que siempre vi en la mesilla de noche de mis padres junto con El dios de las pequeñas cosas, pero que nunca tuve la genial idea de robar—, pero después de asistir a su conferencia, no pasa de Navidades.
Ana María Matute nos deleitó con una charla en la que nos habló de su vida, de su infancia, de sus personajes y libros —su favorito, por supuesto, Olvidado rey Gudú, libro que ya soñaba con escribir desde pequeña—, con sus pensamientos infantiles —contaba que, en el colegio de monjas, cuando le hablaban de religión, pensaba: «Pero, ¿cómo voy a tomarme en serio lo que dice esta señora si es tonta?»—, con sus reflexiones personales —«La alta literatura se asimila, la baja literatura se olvida», «La gran literatura no se concibe sin dolor», «Escribir es una forma de protesta incluso contra ti mismo, contra el dolor»—.
Acto seguido, contestó amablemente a las preguntas de la audiencia.
Supongo que realmente había que estar allí para saber hasta que punto las palabras de esta gran narradora, claras y profundas, pueden llegar al corazón.
Os dejo a una catedrática de la Universidad de Melbourne hablando de Ana María Matute.